Día:
25 de septiembre de 2025
Obra:
" En
busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann".
Autor:
Marcel Proust
Marcel
Proust (París 1871-1922), novelista de una gran influencia en la
literatura, la filosofía y el arte, publicó, en 1913, "Por
el camino de Swann", el primer volumen de la serie de siete
libros: "En busca del tiempo perdido". En la obra, que le
valió el Premio Goncourt en 1919, el autor reflexiona sobre su
pasado y, con una excepcional prosa poética, logra evocar los
lugares y las sensaciones de cada momento. Es
de destacar la técnica narrativa de Proust, el uso personal que hace
del lenguaje, la técnica del libre fluir de la conciencia, y la
concepción del espacio y del tiempo como dimensiones independientes.
La novela, de
trascendencia universal, es un retrato social del mundo de la
alta burguesía y aristocracia francesa de principios del siglo XX,
explora el tiempo, la memoria,
el pasado, el amor apasionado... y ofrece profundas reflexiones sobre
el arte.
La
novela es el mundo de Proust, el que él nos está dejando mirar con
sus ojos. El niño Proust vive en medio de un mar de adultos en
"Combray",
donde sus recuerdos son descritos
con una gran riqueza de detalles:
la
iglesia, la vida en casa de su tía Léonide, sus paseos por el pueblo
y por los caminos de Swann y de Guermantes, que representan dos
mundos diferentes, su obsesión por el beso de su madre,
los nenúfares del río Vivone. etc. El
acto de sumergir una magdalena en una taza de té, desata en él las
impresiones del recuerdo, que, por medio de la memoria involuntaria,
le transporta súbitamente a su infancia, construyendo un universo
lleno de detalles y sensaciones.
Una
novela dentro de la novela es “Un
amor de Swann”,
donde Proust narra la naturaleza del deseo, los celos y el
sufrimiento. Charles Swann, un burgués rico y refinado, muestra un
amor atormentado por Odette de Crécy, una mujer de dudosa reputación
social. El autor realiza un profundo estudio sobre la naturaleza
destructiva y obsesiva del amor. Swann es aceptado en el círculo de
la Sra. Verdurin,
dueña
de un lujoso salón parisino, donde una
pequeña frase musical evoca
la esencia de su amor, y cuando la oye, revive la emoción y la
belleza de los primeros momentos con Odette, antes de que los celos
envenenaran la relación. Para Proust, la música, igual que el sabor
de la magdalena, tiene el poder de propagarse en el tiempo y evocar
emociones puras.
En
la tercera parte: “Nombres de lugares: el nombre”,
Proust convierte
la ensoñación, en una descripción profunda y sistemática. El
narrador reflexiona sobre el poder de los nombres de lugares y las
fantasías que estos evocan.
También relata su primer amor, idealizando
a Gilberte, la hija de Swann y Odette, convirtiéndola en objeto de
una pasión inocente e intensa. Sus juegos y encuentros en los Campos
Elíseos son momentos de felicidad, quedando cautivado por su
encanto, al mismo tiempo que su nombre y su persona le produce
ansiedad. A lo largo de toda la obra la descripción física la
acompaña del entorno con la vivencia de los sentidos, la realidad se
forma en la memoria sensitiva. “Los
sitios que hemos conocido no pertenecen tampoco a ese mundo del
espacio donde los situamos para mayor facilidad. Y no eran más que
una delgada capa, entre otras muchas, de las impresiones que formaban
nuestra vida de entonces...”.
Redacción de la reseña: Mª José García del Real