jueves, 16 de abril de 2020

Ciclo de arte compartido en ARTEapuntas por el profesor Francisco Javier Rodríguez Barberán


Día: 15 de abril de 2020

Hoy termina el ciclo de arte que el profesor Francisco Javier Rodríguez Barberán nos ha ofrecido a la Asociación ARTEapuntas. Está compuesto por obras pertenecientes a los siglos XIX y XX y con temática de Semana Santa. Ha sido una suerte que haya compartido sus amplios conocimientos con nosotros y a la vez nos haya hecho disfrutar tanto.

Ponemos aquí alguna de sus lecciones para tenerlas siempre a mano y compartir este lujo con todos los que accedan a nuestras redes. Dar las gracias desde aquí a Javier, porque nos ha hecho más llevaderos nuestros días de confinamiento, hemos sido felices, y a la vez hemos ampliado nuestros conocimientos. 


Jacques-Luis David: “La consagración de Napoleón” (1806-1807). Museo del Louvre, París

A menudo se piensa que el Neoclasicismo, que aparece en Europa en la segunda mitad del siglo XVIII y se extiende por el arranque del XIX, significa solo una réplica de la Antigüedad griega y romana, pero es mucho más: se trataba de tomar como punto de partida esta herencia para construir un arte propio de su tiempo. También solemos imaginarnos que el mundo neoclásico está solo habitado por dioses y héroes, pero esto no es así. Jacques-Louis David se asoma en su obra a la historia antigua, pero es un hombre de su época: es amigo de Robespierre y protagonista activo en la Revolución Francesa; ha convertido esa Revolución en materia para sus lienzos, y retrata a la sociedad contemporánea, desde Marat asesinado hasta el científico Antoine Lavoisier. Cuando arranca el nuevo siglo, va a ser el pintor oficial de la Francia napoleónica, y sus retratos del Emperador, convertido en el hombre llamado a marcar una época, van a ofrecer lo mejor de la pintura de su época. Este gigantesco lienzo –más de 6x9 metros- refleja a la perfección la estética y el gusto neoclásico: dominio del dibujo y la composición sobre el color, búsqueda de la perfección sobre cualquier otro efecto dramático … La libertad queda todavía un poco lejos. Página web del Museo del Louvre (en inglés)
Wikipedia

Jackson Pollock: “Mural” (1943). Stanley Museum of Art, Universidad de Iowa (USA)

En 1949 la revista Life publicaba una doble página a todo color en la que aparecía un artículo cuyo título no podía ser más impactante: “Jackson Pollock. ¿Es el más grande pintor vivo en los Estados Unidos?”. Para un artista de 37 años, cuya obra solo había empezado a tener cierta notoriedad a principios de esa década, esto debió ser algo extraordinario. A partir de los años treinta el centro de la creación artística se había desplazado a Norteamérica: el ascenso de los totalitarismos provocó la llegada de numerosos creadores que, de modo forzado o voluntario, dejaron atrás su vida en Europa. Muchos de ellos representaban las corrientes de vanguardia que habían marcado el arranque del siglo, pero éstas no dejaban de ser consideradas como algo extraño, alejado de la realidad estadounidense. Por eso, cuando en los años cuarenta surgieron pintores que, nacidos y formados en Norteamérica, reivindicaban una modernidad propia, se inició un proceso que los llevó en poco tiempo desde las pequeñas galerías a los museos, desde su condición de rebeldes irascibles –así se les denominó- a estandartes de la cultura estadounidense ante el mundo. Casi todos cultivaban la abstracción, con líneas que iban desde la llamada “pintura de acción” a los estáticos y silenciosos “campos de color”: los nombres de Mark Rothko, Robert Motherwell, Willem de Koonning o Barnett Newman estaban entre ellos, como también Jackson Pollock. Su primer encargo importante había sido este mural, de casi quince metros cuadrados de superficie, encargado por Peggy Guggenheim –galerista, mecenas, coleccionista y amiga de artistas- para decorar su casa en Nueva York. La obra se encuentra en la frontera entre lo figurativo –dirá de ella que era como una estampida de animales salvajes- y lo abstracto, y es clave para su futuro modo de pintar, de relacionarse con el lienzo de un modo visceral, como si el propio gesto del pintor, convertido casi en una performance, en una actuación, fuera tan importante como el cuadro.
Página web del Stanley Museum of Art  (en ingles)
Museo Picasso de Málaga (en inglés, subtitulado en español)
Sobres los artistas irascibles, también llamados “de la escuela de Nueva York”
Otras fuentes:
Documental sobre el cuadro (y su restauración)
Documental corto con imágenes de Pollock pintando
Y una película que recomiendo: “Pollock”, de Ed Harris (2000)



Demian Hirst: “La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo/alguien vivo” (1991). Última ubicación: Tate Modern (hasta 2012)

Esta obra no cierra la serie por su belleza, ni lo hace por el entusiasmo que pueda suscitar, como tampoco por el rechazo que produzca. Está aquí por su condición de símbolo de un modo de entender las artes que marcó el final del siglo XX. Hablamos de la cultura del espectáculo impactando sobre la creación, una realidad en la que se mezclaban las grandes exposiciones en busca de récords de visitantes con las construcciones icónicas y multimillonarias del star-system de la arquitectura; o las cifras astronómicas de las subastas con las ferias y los centros de creación contemporánea que se multiplicaron por doquier. Por encima de la obra, parecía que todo fuera parte del mercado financiero: pensemos que Jeff Koons, uno de los creadores que mejor representa esto, tuvo como primera profesión la de corredor de bolsa. Y desde luego la historia de esta pieza de Damien Hirst ilustra muy bien todo ello: la idea del artista –sumergir un tiburón tigre en un enorme contenedor relleno de una solución de formol- fue financiada por Charles Saatchi, fundador de una de las mayores agencias de publicidad del mundo. Formaba parte de su programa de promoción de los llamados “Young British Artists” (Jóvenes artistas británicos), cuya obra impulsó y de la que se convirtió en propagandista, creando incluso un centro de exposiciones para su colección, la Saatchi Gallery. El interés de esta pieza –bautizada por Don Thompson como “el tiburón de 12 millones de dólares”- no reside en sus posibles significados conceptuales, en el debate sobre los límites del arte o en el papel del creador en el acto mismo de la realización de la obra, sino en elementos que son completamente externos a ella, casi siempre mediáticos. Y una nota final: en 2006 el tiburón original debió ser reemplazado por otro; estaba descomponiéndose.
Página oficial del artista
Wikipedia
Página del diario “El País” con noticias sobre Hirst
Entrevista con Hist
Recomendación de lectura: "Don Thompson: El tiburón de 12 millones de dólares. La curiosa economía del arte contemporáneo y las casas de subastas"

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